El empuje paisa que se levanta con aulas: los megacolegios de Fico, son ¡impresionantes!
- Elkin Pelaez

- 27 jul
- 2 Min. de lectura
La calidad educativa en Medellín se hace también con espacios para la vida y la creatividad

En tiempos donde la educación suele ser materia de discursos y no de hechos, Medellín está marcando una diferencia. La decisión del alcalde Federico Gutiérrez de construir al menos nueve megacolegios en las comunas más necesitadas de la ciudad no es solo un anuncio de infraestructura: es una declaración de principios. Es la afirmación de que en esta ciudad las palabras no se las lleva el viento. Aquí, lo que se dice, se hace.
Robledo, Manrique, San Javier, Villa Hermosa… cada uno de estos territorios guarda una historia de lucha, de desigualdad y también de esperanza. Que allí se levanten escuelas inteligentes con inversiones que superan los 20.000 millones de pesos por sede —como es el caso del megacolegio Conrado González Mejía— significa más que cemento y concreto: significa una apuesta real por el futuro. Significa, también, que Medellín no está esperando que las soluciones caigan del cielo ni que otros vengan a rescatarnos. Medellín se está salvando sola. Con el empuje paisa como bandera.
La ciudad ha comprendido que el progreso no se mide solo en metros de vías o toneladas de concreto, sino en aulas dignas, tecnología educativa, laboratorios y comedores escolares. El megacolegio Rodrigo Lara Bonilla, por ejemplo, será una joya arquitectónica al servicio de más de 660 estudiantes en Manrique. Y lo que más destaca es que todo este proceso ha sido acompañado por las comunidades, por las juntas de acción comunal, y por ciudadanos que no quieren más promesas incumplidas, sino resultados visibles.
Hoy, Medellín puede afirmar con orgullo que es la ciudad de Colombia que más está avanzando en educación pública. Y lo está haciendo sin adornos populistas ni discursos grandilocuentes. Se está avanzando con planificación, inversión y sentido de urgencia. El presupuesto educativo más alto de su historia, superior al billón y medio de pesos, es la mayor prueba de que esta ciudad no ha renunciado a su futuro, sino que lo está construyendo, ladrillo a ladrillo, cuaderno a cuaderno.
Desde este espacio editorial reconocemos que no todo está resuelto, pero sí algo está claro: cuando el empuje paisa se pone al servicio de la educación, el cambio deja de ser una ilusión y se convierte en una realidad palpable. Medellín no está improvisando. Está educando. Y eso, en el país de las promesas rotas, ya es una revolución.
Profes al aula.








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