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Foto del escritorElkin Pelaez

¿Somos el país en el que la fiesta es más importante que la educación?

Anoche vi el cuarto episodio de ‘La Odisea Griega’ de la historiadora británica Bettny Hughes, sobre Creta, la mayor isla helénica. Qué delicia su capacidad de conectar los relatos de Homero sobre Ulises y los suyos con las tradiciones que se mantienen en la bella Grecia. Cada lunes un capítulo en Movistar+, un gran trabajo de la directora Anna Thomson. Dm, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, me voy a regalar un buen viaje por ese país que adoro.



Antes de ayer, el periodista David Jiménez, ex-director de El Mundo, publicó un artículo en The New York Times, titulado ‘El país donde las discotecas son más importantes que las escuelas‘. Éstos son los datos en los que David se ampara:

  • Un modelo escaso de medios, con un profesorado mal pagado y desmotivado, planes de estudio anclados en el siglo XIX y una creciente desigualdad que permite a las familias con recursos eludir las carencias del sistema con apoyo extraescolar, enseñanza privada y cursos en el extranjero para sus hijos.

  • El inicio del curso, previsto en algunas partes del país para el 4 de septiembre, se producirá en mitad del caos de una huelga de estudiantes, estrategias diferentes en cada región y planes improvisados para reducir a toda prisa la ratio de alumnos, reorganizar horarios, contratar profesores e implementar medidas que debieron ser planeadas con meses de anticipación, como en otros países.

  • Con el ánimo de salvar el turismo (y con el irresponsable lema de “salimos más fuertes”), el ocio nocturno permaneció abierto semanas después de haber sido identificado como un foco de contagios, se autorizaron multitudes en celebraciones de todo tipo y se trasladó el mensaje de que la batalla estaba ganada.

  • España incumple los requisitos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los expertos del Instituto de Salud Global de Harvard para una apertura segura del curso escolar, incluido el de mantener un número de contagios inferior a 25 casos por cada 100.000 habitantes. La incidencia es hasta 20 veces superior en algunos de los distritos de Madrid más afectados. El riesgo es que los estudiantes, que el curso pasado obtuvieron un aprobado general, reciban un segundo año de enseñanza mediocre e incompleta. 

  • Los partidos políticos han sido incapaces de consensuar una ley educativa en más de cuatro décadas de democracia. Padres, profesores y alumnos desesperan con razón ante los cambios continuos que se producen cada vez que llega un nuevo gobierno, sin que ninguno de ellos afronte los verdaderos problemas. Durante años se han perdido más energías en discutir si la asignatura de religión debía contar para las notas —basta con dejar elegir a los padres— que en lograr que los alumnos dominen el inglés, comprendan un texto literario o adquieran conocimientos mínimos en ciencia.

  • España tiene la peor tasa de abandono escolar entre los jóvenes de la Unión Europea; sus estudiantes están por debajo de la media de la OCDE en el informe PISA sobre excelencia académica en ciencias. Quienes avanzan hacia la educación superior se enrolan en universidades que, salvo raras excepciones, están desconectadas del mercado laboral, sumidas en la parálisis burocrática y dirigidas de espaldas a toda innovación. El país no tiene ninguna universidad entre las 150 mejores del mundo, según el Ranking de Shanghái.

  • A una semana del comienzo del curso escolar, los políticos españoles han decidido abordar lo que consideran menos urgente: la educación de millones de estudiantes.



El curso pasado, el propio David Jiménez visitó varias de las principales facultades de periodismo de nuestro país y se encontró planes de estudio obsoletos, claustros gobernados por férreas jerarquías y un sistema endogámico inmovilista. Ponía como ejemplo a un concursante de televisión, Valentín Barrios, que había renunciado a ser maestro porque le pagaban 250 € al mes. En la crisis de 2008 no se optó por la educación; al contrario, se recortó (educación y sanidad, en 10.000 M €). España necesita una revolución educativa a la portuguesa, con mayor preparación y compensación a los profesores, mejora de la calidad, mayor liderazgo. David Jiménez cita al maestro José Antonio Marina, “La educación no interesa a nadie salvo a los padres con hijos en edad educativa” (efectivamente, lo dijo en la presentación del libro EducAcción de nuestra querida Sonia Díez; según el CIS, la educación no es una de las 12 prioridades de la sociedad española) y concluye: “seguiremos siendo el país donde la educación nunca le gana un pulso a una buena diversión”. Para comprobar que eso es así, pensemos dónde están los programas culturales en la TV (?) respecto al cotilleo y el cachondeo.

Tras leer el artículo de David Jiménez, que debería doler a la sociedad española pero no lo hará, he vuelto a ver la entrevista de Carmen Pellicer, presidenta de Trilema, a Alejandro Tiana, el Secretario de Estado de Educación, en Cuadernos de Pedagogía. 55 minutos que no te debes perder.


¿Te imaginas que un presidente del gobierno responsable tuviera que esplicarle a expertos en estrategia como Osterwalder y Pygneur (Universidad de Laussane), Kim Chan y Mauborgne (INSEAD), Norton y Kaplan (Harvard), Lehmann-Ortega y Musikas (HEC) o a gurús como Michael Porter y Gary Hamel cuál es el Modelo de Negocio de España para superar la pandemia? Venga, la verdad.



  • Turismo de sol y playa, de bajo valor añadido, con profesionales poco preparados que reciben una baja retribución y procuran un servicio tan voluntarioso como poco sistemático. Una esperiencia del cliente en general deplorable, con excepciones más llevadas por el oficio (la experiencia, la actitud, la simpatía) que por la digitalización.

  • Construcción, que en 2006, en pleno boom, representaba casi el 11% de la economía española y cayó a la mitad. El año pasado ocupaba al 6’3% de los trabajadores. La banca ha basado gran parte de su negocio en las hipotecas, en un país muy comprador de vivienda (a quien le han hecho creer que el alquiler es “tirar el dinero”).

  • Servicios, que son el 75% del empleo, más de cinco veces más que la industria (14%).

  • Inmadurez digital, microempresas (sobre 3’36 M de empresas en 2019, el 83% tenían 2 o menos trabajadores; sólo 70.000 tenían 20 empleados o más; menos de 5.000, con más de 200 empleados; 168 con más de 5.000 empleados). Dos tercios, en pérdidas (en general, muy poco rentables, por su baja calidad directiva).

Las personas optimistas no tiramos la toalla. Denunciamos la situación sin rasgarnos las vestiduras, mostramos las vergüenzas de una clase política mezquina (da igual en qué partido político militen), luchamos por que la educación sea una prioridad real (en la globalización 4.0 sin educación de calidad un país es tercermundista) y reconocemos la labor de quijjotes maravillosas como Carmen Pellicer, Sonia Díez o la Dra. Rodríguez Escanciano. Sois la esperanza en que cambien las cosas a mejor.


España lo puede volver a hacer. Logró la transición democrática de mayor éxito en la segunda mitad de los 70 y puede lograrlo de nuevo respecto a la educación, si “despertamos al diplodocus” (José Antonio Marina) con una conspiración educativa y social TCV (Tras el CoronaVirus).

Yo me dejaré la piel en el intento. ¿Y tú?

La canción de hoy, ‘España, camisa blanca de su esperanza’ por Ana Belén. Versos de Blas de Otero.


 
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