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Foto del escritorElkin Pelaez

Cuando la presión se vuelve insoportable: Simone Biles

Biles & Osaka: Cuando la presión se hace insoportable

La segunda renuncia de la gimnasta para una final en la que ya estaba clasificada abre un debate sobre hasta qué punto es frágil la salud mental de los deportistas de elite, incluso los más experimentados

  • DAVID LLORENS/ Periodista/ Tokio. Rescatamos este artículo de alto valor para los entrenadores deportivos.


La presión es la nueva plaga que asola al deporte de élite mundial con dos casos sonados, ambos mujeres. Quizá ha habido muchos antes pero sólo ahora los grandes nombres se han atrevido a hablar de ello abiertamente. Primero fue la tenista japonesa Naomi Osaka, que decidió abandonar Roland Garros en pleno torneo porque sufría ataques de ansiedad. Y ahora lo hace la que debía ser la deportista más grande del mayor acontecimiento deportivo que existe, sacudiendo los cimientos de Tokio tras anunciar que tampoco participará en la final de all around, la más importante de este deporte y en la que es la vigente campeona olímpica, para centrarse en su salud mental.



Tras unas horas de especulaciones desatadas, las que transcurrieron desde que la americana abandonara la final de equipos de gimnasia hasta que compareció en rueda de prensa, Simone Biles despejó la incógnita y no se escondió. “Tenía convulsiones, apenas podía dormir. Nunca había sentido algo así antes de una competición”, explicó.


Tanto Biles como Osaka son deportistas experimentadas, que ya saben lo que es gestionar enormes responsabilidades ante grandes expectativas, no en vano la primera ganó cuatro oros en Río’16 y la segunda ha conquistado cuatro títulos del Grand Slam. Si a Simone, considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos, le afecta, eso significa que nadie es inmune.


El peso sobre sus hombros es enorme. No sólo el hecho de intentar convertirse en la leyenda olímpica más grande de la historia de su deporte sino la cantidad de gente, y de dinero, que giran a su alrededor cada vez más deprisa. La cadena televisiva NBC, que ha invertido cientos de millones en los derechos de Tokio, fiaba sus ‘ratings’ a lo que pudiera hacer aquí Biles, la gran heroína americana. Los espectadores estadounidenses están dando la espalda a unos JJ.OO. que les caen a deshora y las audiencias son de largo las peores registradas en las últimas décadas.

No hay lesiones de por medio, no hay nada físico. Y tampoco hay excusas tras las que esconderlo: es algo psicológico, es miedo. Y es tremendo.


Biles es un altavoz descomunal para un problema que, si se escarba lo suficiente, también se encuentra en el pasado aunque nunca a este nivel ni en este escenario. Antes, sin embargo, las cosas se escondían bajo la alfombra, es más fácil ocultarlo que admitirlo. Hay que ser muy valiente para dar ese salto hacia un abismo sin red que puede tener consecuencias imprevisibles. No tardaremos mucho en escuchar, o leer, que Simone Biles se ha cargado los Juegos.

Nadie llevaba a Tokio la mochila de plomo que cargaba Simone, convertida sin pretenderlo en la cara de los Juegos, en el estandarte de la primera potencia del deporte mundial, en la persona cuyas hazañas en el Ariake Gymnastics Centre debían salvar unos JJ.OO. que llegan con un año de retraso, en plena pandemia, sin público, plagados de bajas ilustres, con rechazo popular y problemas organizativos. Todos se agarraban a ella como si tuviera la fórmula de la piedra filosofal.



Y hay más, claro, metiendo presión. Patrocinadores, las redes sociales, los medios de comunicación… todos quieren un pedazo suyo. Podrá argumentarse que el hecho de soportarlo va con el salario de ser una superestrella y ciertamente es así. Pero centrémonos en Biles y Osaka para intentar comprenderlo.


Cuando eclosionaron eran adolescentes que disfrutaban con lo que hacían y que ambicionaban ganar, ser las mejores. Y tenían talento y capacidad de sacrificio fuera de lo común. Primero llegan los éxitos. Detrás viene la fama y con ella, el dinero. Y luego empiezan a crecer como hongos responsabilidades no deseadas cada vez más grandes hasta que la carga se hace demasiado pesada, inasumible. Y el hilo conductor que une todo eso se rompe y aún no sabemos si se podrá remendar.



Biles no habría dado la espalda a sus compañeras, las personas junto con las que entrena, ríe y llora cada día, junto a las que sea cae y se vuelve a levantar, si no fuera absolutamente necesario. Y se mostró lo suficientemente honesta para dar un paso atrás porque sabía que sería un lastre y dejar paso a una compañera más preparada. "Tenemos que mantener sanos nuestra mente y nuestro cuerpo antes que salir a hacer lo que el mundo espera que hagamos", señaló la gimnasta. Y una cosa más: tiene mucho más que perder bajándose del tren que permaneciendo en él y fingiendo que todo va bien.



Fuente: Mundo Deportivo. https://www.mundodeportivo.com/juegos-olimpicos/20210728/1001667085/biles-osaka-presion-insoportable.html

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